El lado femenino del tinto (Meritxell Falgueras)

El lado femenino del tinto

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Vino femenino?
Este vino es femenino, este otro es masculino… ¿Pero acaso el vino tiene sexo? ¿Qué entendemos por femenino? Floral, suave, frutal, delicado, ácido, joven, elegante. Y por contraste, lo masculino sería estructurado, tánico, envejecido, alcohólico, potente, de aromas animales… Si es así, cada vez hay más vinos que se reflejan en la sociedad: blancos marimachos y tintos femeninos o, al menos, metrosexuales. En esta época del año, de hecho, estos últimos apetecen mucho.
Cuando las temperaturas suben los taninos de los vinos deben bajar. Ya no nos apetecen los tintos con cuerpo, crianza y tanto alcohol. Tampoco nos conformamos solo con tomar blancos  y rosados fresquitos. A veces también nos apetece un tinto en verano (que no es lo mismo que un tinto de verano). ¿Imposible, sin estar en una sala con aire acondicionado? El secreto está en buscar un tinto con alma de blanco. Uno en el que las series aromáticas protagonistas sean la fruta y la flor, sin (mucha) madera y esencialmente joven. Tintos de maceración carbónica. Redondos y frutales. ¿Quién dijo que el tinto no era un buen aperitivo?
Cosecheros es la tipología. Vinos de maceración carbónica que explotan en la nariz con notas a palote de fresa. ¡Y qué decir de los pinot noirs! Vinos que hacen soñar. Para tomarlos jóvenes, disfrutando de su acidez. Vinos tintos del frío que pueden abordar muchas combinaciones. ¡Qué bien sientan!
Tintos de semi-crianza. La delicia de los indecisos. Recomiendo Bru de Verdú de Costers del Segre o un Gotim Bru de Castell del Remei. Los roble de Ribera, como el Monteabellón, en el que sus cinco meses de crianza no enmascara la madurez de la tinta fina. Tintos de monastrell. Con aromas a lavanda y la frescura de las laderas de Alicante. Laderas del Sequé entra en cualquier época del año. Vinos del año. Porque si no los abrimos ya, pierden su gracia. Las garnachas de Campo de Borja, de una dulzura extraordinario. El Valpolicella italiano, un vino suave y alegre, para nuestras puestas de sol. O los vinos de la variedad sumoll en el Penedès, especiados y enigmáticos.
Muchos creen que los que entienden de vinos son aquellos que sólo toman tintos. Los blancos parecen vinos para inexpertos. Parker puso de moda las fruit bomb, de Toro, del Priorato y de los Riojas modernos. Parece, sin embargo, que estos vinos no son la mejor compañía para un menú degustación. Sólo se darían la mano con los, como máximo, dos platos de carne que podamos encontrar. Hay una nueva generación de vinos en estas denominaciones elegantes y finos que no necesitan equilibrarse con los años: Camins del Priorat, los vinos de Meritxell Pallejà son buenos ejemplos.
Los blancos con barrica y trabajo de lías parecen ser los mejores aliados para una mesa para dos con un menú completo. O no. También hay una nueva generación de vinos tintos que en su maceración con las pieles no pierden frescura. Tintos con una buena acidez y con aromas sutiles que marcan un nuevo género de degustación.Vinos tintos que, como los hombres metrosexuales, cambian los músculos por un buen perfume. Los primeros se depilan y estos tintos tienen tacto sedoso. Hombres con los que puedes hablar de todo y tintos que combinan con el bañador. En una sociedad cambiante donde los géneros ya no son esterotipos, los vinos adquieren matices auténticos ¡y saben tan bien!

Meritxell Falgueras

Foto: Flickr – Daniel Lobo